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¿Por qué te burlas de mí? Acoso y ciberacoso en niños y niñas

En Centroamérica y en Sudamérica uno de cada cuatro niños sufre o ha sufrido acoso o ciberacoso de forma directa. Con la pandemia, los casos de ciberacoso han aumentado de 70 % desde que los estudiantes comenzaron las clases online. 

El acoso sigue en casa de forma incluso más descontrolada. El auge de las redes sociales como Facebook, Instagram, Snapchat y muchas otras han dado lugar a nuevas técnicas de acoso que aumentan día tras día convirtiéndose en lo que se conoce como ciber violencia. Las técnicas más usadas son difundir informaciones e imágenes personales, desarrollar rumores que denigran a los niños y niñas y amenazar a las víctimas de forma constante.  

Desgraciadamente, los insultos, informaciones falsas y fotos circulan sin límite por la red, de forma incontrolable para denigrar a la persona. 

Podemos diferenciar tres elementos que repiten la mayoría de acosadores: 

  • La agresividad con la que actúan.
  • La constancia en las acciones de acoso y denigración hacia la víctima.
  • El desequilibrio en la relación entre acosador y víctima, donde el primero suele tener más fuerza física o más popularidad dentro de la escuela, por ejemplo. 

    El acoso puede empezar en edades tempranas, incluso en jardines infantiles. Por ejemplo, un niño/a puede quitar los juguetes a otro de forma agresiva y dejándole como única defensa el llanto. En estos casos, los agresores, pese a su temprana edad, ya actúan con premeditación y alevosía, ya que para no aburrirse juegan con los sentimientos de sus compañeros. 

    En muchos casos de acoso escolar y ciberacoso, las víctimas callan por miedo a la respuesta de los agresores o para no dar problemas o pena a los adultos. 

    Los efectos del acoso a largo plazo son devastadores

    Estas prácticas dejan secuelas emocionales a largo plazo que, concretamente en tiempos de pandemia, dificultan el proceso del retorno a la educación presencial y su adaptación por miedo.

    El estrés acumulativo que se desarrolla en estas situaciones puede convertirse en depresión, que muchas veces se traduce en pensamientos suicidas, entre otras peligrosas consecuencias. Además, los niños y niñas fuera de relaciones de acoso pero que ven constantemente estas agresiones, también pueden sufrir las consecuencias del acoso.  

    Los consejos de Comparte

    Ayudar a expresarse a la mayoría silenciosa que sufre acoso 

    • Para los niños y niñas contar que sufren acoso o ciberacoso es una tarea muy difícil. Fomentar ambientes seguros para que se sientan cómodos hablando de lo que sufren en la escuela o delante de la pantalla es esencial desde que son muy pequeños. Preguntar a los niños y niñas sobre su tiempo libre en la escuela, amigos y amigas, etc. puede ayudar a que se sientan cómodos a hablar de posibles agresiones. 

    Desarrollar la empatía de los alumnos con las víctimas

    • Los niños y niñas han de aprender a apoyar a las víctimas de acoso y no facilitar ni fomentar que los agresores puedan seguir denigrando a los compañeros. Esto implica un cambio de actitud por parte de docentes y alumnos que se ha de practicar dentro y fuera de las aulas. 

    No callarse

    • Como adultos, hemos de aprender a no callarnos en situaciones de acoso (tanto propias como las que veamos en los más pequeños) para dar ejemplo y disminuir las situaciones de acoso en las escuelas, calle y en el mundo virtual. 

    Fuentes